Desde el siglo XVI y hasta el siglo XVIII, las primeras manifestaciones de lo que podría ser los inicios de los carnavales, se escucharon en Cuba desde el siglo XVI durante ciertas fiestas (la del Día de Reyes y la de Carnestolendas o Carnaval). El uso de estas actividades estaba limitado al ámbito de sociedades de ayuda mutua, llamadas Cabildos de Nación. Allí se permitía a los esclavos y sus descendientes reunirse para cultivar su cultura y religión.
Los Cabildos de Nación organizaban celebraciones de santos y algunos importantes días feriados. Los participantes se vestían con atuendos que imitaban a los reyes y los altos rangos militares. También se utilizaban tocados de plumas y máscaras africanas con cuernos y adornos vegetales en las procesiones y bailes. Existieron varias festividades destacadas pero, al parecer, la más importante fue la que se celebraba el 6 de enero durante la Epifanía «El Día de Reyes».
En 1895, (inicio de la guerra de independencia), las autoridades coloniales suspendieron todas las actividades carnavalescas indefinidamente, prohibición que se mantuvo en efecto hasta la conclusión de las hostilidades a principios del siglo XX. En 1902, las autoridades municipales comenzaron a autorizar y regular la organización de las procesiones de carnaval. Los carros ornamentados, las carrozas, las bandas militares, y la presentación del Rey y la Reina tenían preferencia. Las manifestaciones de origen afro-cubano como la comparsa y la Conga fueron relegadas a un segundo plano, siendo casi eliminadas en La Habana y hacia 1916.
15 Entre los años mil novecientos y mil novecientos diez, miles de visitantes extranjeros vicitaron la capital cada primavera atraidos por los espectáculos carnavalescos. En 1937, las autoridades de la ciudad autorizaron nuevamente las comparsas en los paseos de los carnavales. Se destacaron las comparsas: Los Guaracheros de Regla, El Alacrán, de la barriada del Cerro, Los Componedoras de Batea de Cayo Hueso, Los Marqueses de Atarés, Las Boyeras de Los Sitios, Los Dandys de Belén, Las Jardineras de Jesús María, El Príncipe del Raj de Marte, las Mexicanas de Dragones, Los Moros Azules de Guanabacoa, El Barracón de Puelo Nuevo y La Sultana de Colón.
Ya para este período, en La Habana, los carnavales se disfrutaban en el paseo del Prado, lugar a donde estaba regulado casi toda su actividad. En otras ciudades del país, el carnaval se realizaba por todas las calles y espacios públicos. El carnaval de Santiago de Cuba fue el más destacado entre ellos. Las comparsas santiagueras se extendían a toda la ciudad y la población participaba más activamente en ellas. La música y la danza eran también diferentes a lo que se podía disfrutar en el carnaval de la Capital.
A partir de 1959 los carnavales dejaron de celebrarse en febrero y marzo de cada año. Despues de ser ubicados en varias fechas, finalmente fueron programados para los meses de julio y agosto donde se han mantenido casi todo el tiempo.
Los carnavales de Santiago de Cuba Y los carnavales de La Habana difieren significativamente por su musica y sus danzas.
El tambor llamado Conga o tumbadora de evidente origen bantú; la acentuación al bailar, de un tiempo fuerte dentro del compás, marcado polr el bombo habanero y el concepto de espectaculo artístico, marcan la estética del carnaval Habanero. En el carnaval santiaguero se destacan varios tambores bimembranófonos ejecutados con una baqueta, tambores membranófonos (bocúes) tocados con las palmas de las manos, el penetrante sonido de la corneta china y otros utencilios metalicos que se seleccionan de acuerdo a su sonóridad. La danza se caracteriza por acentuar más los tiempos fuertes del compás, dando una sensación de impulso que se denómina, popularmente, Arrollar.
Varios de estos elementos que diferencian el carnaval habanero del carnaval santiaguero se muestran en el video que nos acompaña.
